Una amiga Alemana solía decir que uno puede encontrar a Dios de manera más «concentrada» en la naturaleza y es por ello que la naturaleza tiene la capacidad de aliviar el alma, de pacificarla, de calmarla, de hacerla volver a su esencia. Siempre he sentido que tiene razón… Los bosques, las praderas, las montañas, incluso los parques tienen ese efecto en mí. Cuando sea que me sienta agobiada por la rapidez de la ciudad, mi mente viaja de inmediato hacia la naturaleza y encuentra allí sosiego, libertad, suavidad… y lo he mencionado antes.
La alegría y entusiasmo por sonreir, correr, saltar son sinónimos de naturaleza para mí. Y tal cual me decía otra amiga hace unos días, quizá la clave radica en el equilibrio de las grandes ciudades de estos días y la tecnología que nos ayuda a hacer lo que amamos (como por ejemplo escribir este blog) y disfrutar también de la amada naturaleza.
Eso me hace recordar también a los viajes como fuente de inspiración, de recargar energías, de cambiar de visión, de empujarte fuera de tu zona de comfort…
Bon voyage!
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