Una amiga Alemana solía decir que uno puede encontrar a Dios de manera más «concentrada» en la naturaleza y es por ello que la naturaleza tiene la capacidad de aliviar el alma, de pacificarla, de calmarla, de hacerla volver a su esencia. Siempre he sentido que tiene razón… Los bosques, las praderas, las montañas, incluso los parques tienen ese efecto en mí. Cuando sea que me sienta agobiada por la rapidez de la ciudad, mi mente viaja de inmediato hacia la naturaleza y encuentra allí sosiego, libertad, suavidad… y lo he mencionado antes.
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